jueves, 29 de noviembre de 2012
VALENCIA IV
“Algunas veces entraba en el Almudín para ver el dinosaurio y alguna momia: el polvillo en suspensión que doraba aquel recinto olía a ceniza húmeda; en cambio la puerta de la catedral a veces dejaba salir un canto de canónigos envuelto en un aroma de incienso y cera que llenaba toda la plaza de la Almoina. Por los ventanales de la planta baja del palacio arzobispal veía una gran sala repleta de curas que escribían a máquina y su tableteo me acompañaba en el cerebro hasta la calle de la Paz donde solía pararme a ver las trufas de la pastelería La Rosa de Jericó.”
MANUEL VICENT: Tranvía a la Malvarrosa.
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