viernes, 9 de noviembre de 2012

SEGÓBRIGA


La colina de hierbas, bajo el cielo,
su claridad dardea sobre el campo
de Celtiberia. Las ocultas calles
yacen bajo las piedras, las monedas
de plata, las vasijas, sometidos
hombres de seca tierra y extranjeros
imperiales su polvo duermen. Cabras
bajan triscando el espinazo duro
de esta roca elevada. No hay aldea
que los ojos vislumbren, desde arriba
sólo se ven las alas de los pájaros.



Fortaleza de la Victoria: mientes,
¿Te acuerdas tú, Segóbriga, te acuerdas?
Dejando los ganados a tus puertas
fingió terror huyendo. Tu alborozo
se tornó, por la noche, débil llanto.
Te perdió la codicia, fue un ardid
noble del enemigo, lo nombraste
Jefe. Vencía en las batallas, dicen
que poblaba los montes de trofeos.



Te vencieron de nuevo, cuántas veces
las armas poderosas, y fue el tiempo
quien te apartó por siempre de los aires.
Tu descanso es perfecto, ya cumpliste
la estación del fracaso, y esplendores
antiguos muestran las laderas. Piedras
blancas vuelven al aire, mas sin voz
reposan. Es el círculo del circo
cueva del sol, y apasionado sueño
los rotos graderíos del teatro.



Sin sosiego la carne ve los muros
deshechos de las termas, los arquillos
sin vestiduras. Los sentidos saben
que era la charla amable, y era el tacto
ruborosa aventura, cerco dócil
la mirada de un torso. Juveniles
anhelos que se fueron con los días
y en mí reviven hoy, con el tumulto
de quien se sabe vivo ante la muerte.

FRANCISCO BRINES:
La piedra del navazo
(Palabras en la oscuridad)

2 comentarios:

Amparo dijo...

A pesar de tenerlo tan cerca, solo he visto de lejos su perfil, desde la carretera.
Qué bonito final el poema de Brines.

rubén dijo...

Yo no pude resistirme al desvío. El poema es bonito, sí, y pienso que no es de los mejores. Tal vez repita Brines muy pronto.