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jueves, 6 de enero de 2011

PALENCIA VII


"¿Por qué alguna vez asociamos en el recuerdo un perfume, una piedra preciosa o un verso, a una cosa que nada tiene que ver con todo esto? No sé, pero es el caso que tal vez porque a la luz del satélite la vi por primera vez, la Catedral palentina me pareció un enorme ópalo. Como la piedra fatal, es fría, hermética; no es pobre, pero por fuera da una sensación de hosca glaciedad. Apenas tiene adornos, y en la torre tronchada, el pequeño campanario aumenta la opresora impresión de abandono. Alienta realmente como algo de otros tiempos que ha quedado petrificado allí.

En torno a la iglesia, las calles están desiertas y silenciosas, y una plazoleta se abre, abandonada ante el muro liso y hostil, en que se abren dos puertas: una magnífica y otra inacabada."


ANTONIO DE HOYOS Y VINENT: "Las hogueras de Castilla"


ISIDRO LÓPEZ MURIAS: Catedral de Palencia.



Anna Pietrzak: La Catedral (Agustín Barrios Mangoré)

sábado, 27 de noviembre de 2010

SEVILLA III


“¡Sevilla! Aquella no era ya “su” Sevilla. Era una ciudad portentosa, moderna, civilizadísima, con avenidas dignas de París, Londres o Bruselas, con Palaces y cabarets, pero no la ciudad encantadora hecha de pobreza, de bondad y de risa, incubándose en el cobijo de los palacios nobles, anonadada por el poderío del Alcázar, genuflexa por la magnificencia inconmensurable de la Catedral, cada una de cuyas piedras era una gema preciosa, cada una de cuyas obras era un milagro. Rememoraba su infancia, cuando tras larga espera bajo el sol, entre risas y cuchufletas, o en las sombras, apenas alumbradas, de la noche del Viernes Santo, abríanse las pesadas puertas y ante la multitud que se desplomaba de rodillas, entre las pías imploraciones de misericordia y las saetas, que eran como la vida que se escapaba por una herida sangrante, surgía la angélica taumaturgia de la procesión, donde, entre olas de luz y nubes de incienso que oscilaban y arremolinaban bajo los palios de oro y plata, aparecieron retorcidos y ensangrentados los Cristos, prodigios de la imaginaria cristiana, o las Vírgenes, agobiadas, genuflexas por un dolor sobrehumano bajo inacabables mantos bordados de oro, de perlas, de ámbares y azabaches, y joyas que envidiarían todas las soberanas de la tierra.”

ANTONIO DE HOYOS Y VINENT: El regreso a Triana (Españolada)


CARLES BENAVENT / JOSEMI CARMONA: Dama

martes, 6 de noviembre de 2007

VENECIA XI


"En estas tardes rosas, nacaradas, infinitamente dulces de fines de septiembre, igual que M. de Phocas buscaba en el fango de París la mirada verde del Antinous del Museo de Nápoles, he buscado en el fondo de los sombríos canales de Venecia su veneno, el que enamoró a los poetas y mató, en una góndola cargada de lirios y azucenas, a Reimond Laurent, el pobre niño loco.

El veneno de Venecia, como todas las leyendas, tenía que ser cierto. Como los azotes que asolaron las urbes remotas; como el fuego que llovía del cielo; las aguas que crecían hasta sumergir las ciudades de pompa y vicio; como las plagas; como los basiliscos, los dragones, la peste, el hambre y la sequía que castigaron las plazas medievales, había de tener sus raíces en la realidad, una realidad absurda, digna de ser irreal."





ANTONIO DE HOYOS Y VINENT: "Aromas de nardo indiano que mata y de ovonia que enloquece."