“¡Sevilla! Aquella no era ya “su” Sevilla. Era una ciudad portentosa, moderna, civilizadísima, con avenidas dignas de París, Londres o Bruselas, con Palaces y cabarets, pero no la ciudad encantadora hecha de pobreza, de bondad y de risa, incubándose en el cobijo de los palacios nobles, anonadada por el poderío del Alcázar, genuflexa por la magnificencia inconmensurable de la Catedral, cada una de cuyas piedras era una gema preciosa, cada una de cuyas obras era un milagro. Rememoraba su infancia, cuando tras larga espera bajo el sol, entre risas y cuchufletas, o en las sombras, apenas alumbradas, de la noche del Viernes Santo, abríanse las pesadas puertas y ante la multitud que se desplomaba de rodillas, entre las pías imploraciones de misericordia y las saetas, que eran como la vida que se escapaba por una herida sangrante, surgía la angélica taumaturgia de la procesión, donde, entre olas de luz y nubes de incienso que oscilaban y arremolinaban bajo los palios de oro y plata, aparecieron retorcidos y ensangrentados los Cristos, prodigios de la imaginaria cristiana, o las Vírgenes, agobiadas, genuflexas por un dolor sobrehumano bajo inacabables mantos bordados de oro, de perlas, de ámbares y azabaches, y joyas que envidiarían todas las soberanas de la tierra.”
ANTONIO DE HOYOS Y VINENT: El regreso a Triana (Españolada)
CARLES BENAVENT / JOSEMI CARMONA: Dama
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