“Pasamos el cabañal, blanco, con sus casitas de obreros y pescadores, y donde la playa se curva, lejos de hombres y casas, nos sentamos en la arena. Era amarilla y fina, caliente como una piel humana. El mar y el cielo eran dos tonos distintos de un mismo azul suave que se fundían en un resplandor lejano, sin líneas que los dividiera. El mar quieto lanzaba a la playa ondas dormidas que llevaban granos de arena en sus crestas de cristal. La arena cabalgaba sobre las crestas alegremente, como legión de enanitos traviesos, hasta que la onda se rompía sobre ellos con un chasquido leve y los dejaba alineados en hileras inmóviles, en rizos que eran la huella de los labios del mar.”
ARTURO BAREA: La forja de un rebelde 3. La llama.
“Nada de su antiguo esplendor echaba de menos Cristina, como pude cerciorarme: ni las suntuosas habitaciones, ni los ricos trajes, ni el coche, ni los criados. Solo la alquería del Cabañal excitaba en ella un recuerdo melancólico. Cuando la mentábamos, solía quedarse triste y pensativa. Era bien natural. Su pasión por el campo, por la vida libre y tranquila, estaba reforzada en este caso por las dulces minorías que aquella finca guardaba en su seno. Allí se habían deslizado las horas más felices de su existencia.”
ARMANDO PALACIO VALDÉS: La alegría del capitán Ribot.
lunes, 24 de diciembre de 2012
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3 comentarios:
¿La forja de un rebelde?
Foto estupendísima, magnífico azul.
La forja de un rebelde la escribió Arturo Barea, claro, aunque a Max Aub le hubiera gustado escribirla. Ha habido un cruce de cables imperdonable. Gracias, Amparo.
No he tenido la oportunidad de conocer Valencia(hermosa ciudad)màs gracia a ti m estoy enamorando de ella,espero de algun dia poder ir a conocerla personalmente.Besos.Teresa J.
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