“Por lo que respecta a Sevilla no hemos conseguido armonizar en lo más mínimo, aunque los sevillanos habían tomado muy a pecho la fiesta de la Virgen, y yo tenía ante mí toda una octava de ceremonias, a cuyo comienzo llegué incluso a participar. La catedral me resultó en el fondo antipática, por no decir hostil. En ella todo resulta desprovisto de gravedad, todo se torna un tanto vago en esta catedral tan ambiciosamente construida; es como un espíritu de supertriunfo que incluso quisiera triunfar sobre Dios, y pretendiera, en cierto modo, abarcarlo desde arriba. Y el detestable órgano, con un ruido empalagoso, hacía tan dulzón el espacio que parecía como si las colosales pilastras fueran a desmayarse. Y este reblandecimiento de la piedra, a manera de un juego de prestidigitación, me dejó, cualquiera que fuese el objeto perseguido, completamente indiferente.”
RAINER MARÍA RILKE: Epistolario español.
JORGE PARDO: Río ancho.
1 comentario:
Vaya con Rilke. Yo no la vi por dentro, pero el exterior te embarga de azahar.
Preciosas sombras.
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