"En los días que siguieron avanzamos muy lentamente de aldea en aldea, disfrutando de la hospitalidad local y manteniendo interesantes conversaciones con los maestros de las escuelas. Yo iba comprendiendo cada vez mejor el francés y Juan se desenvolvía con toda soltura. Incluso habíamos aprendido algunas palabras árabes, pues, exceptuando a los profesores, la población local apenas hablaba la lengua gala. El paisaje cambiaba de modo sorprendente a cada recodo del camino. Los frondosos bosques de cedros dejaban paso a mesetas pedregosas de tonalidades grises, a colinas completamente rojas o a laderas con cultivos escalonados, entre los que se levantaban los maravillosos pueblecitos de tierra. La vida era sencilla. Se respiraba un aire de paz y cada noche, sentados junto al fuego, contemplábamos la bóveda celeste de África. ¿No era esto lo que yo había soñado tantas veces? Recuerdo que hablaba poco y a menudo permanecía como hipnotizado, dejándome cautivar por aquel entorno de fábula."
ROGER MIMÓ: El largo camino africano.
4 comentarios:
No conozco al escritor.
La foto muy viva, con los montes al fondo. Debe de ser espectacular.
Me gusta mucho la composición de la foto, los niños a la derecha "compensando" las casas a la izquierda, más arriba. Y el sol... me parece estar sintiéndolo sobre mi cabeza.
Otra vez se ha hecho el enlace solo... insisto, encantada de estar en tu casa, pero sorprendida. Debe haber duendes informáticos por la red. :)
Hola Rubén, asomo a saludarte, ya te lo conté en mi blog pero te lo vuelvo a decir aquí.
Me gusta mucho la selección de textos, música e imágenes que nos regalas.
Me alegra mucho que hayas abierto un camino entre mi prado y tu sabio espejo, vendré a menudo por aquí a mirar y mirarme en él.
Un abrazo.
Chusa.
Es verdad, de fábula. Me recuerda a "el cielo protector"
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