miércoles, 27 de agosto de 2008
PADUA
"Empezó a lloviznar. Tomé por una calle de gran animación y pude encontrarme, de pronto, en la Piazza del Santo. La basílica me pareció muy confusa, muy borrosa; la contemplé con cierta curiosidad despegada, y como la lluvia iba en aumento, me senté en un café un tanto tabernario, debajo de unos soportales acogedores. Desde allí veía una vigorosa estatua ecuestre, de una hermosura casi violenta, insultante: era el Gatamelatta de Donatello; parecía recibir la lluvia con cierta gozosa indiferencia y lo mojado le prestaba una mayor rotundidad. Cesó de llover; las palomas y las personas salieron de sus escondites como más nuevas, como más recientes —casi como si resucitasen—, y poblaron de nuevo la plaza. Yo no quise abandonar mi mesa; era un buen lugar, un sitio «certero», aunque no sabía muy bien para qué, quizá simplemente para sentirme en Italia, para saberme en Italia, sí, pero como a escondidas de mí mismo; porque me daba un poco de vergüenza ir de un lado para otro, husmeando obras de arte como un mastín obcecado y verme caído en una especie de «mendicidad». No quería admirar, valorar, comprobar, comprender estas o aquellas cosas, sino estar aquí con ellas, entre ellas, sin excluirlas ni excluirme, confiadamente entregado a un olvido fraterno".
RAMÓN GAYA: "Encuentro con Giotto (Padova)"
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2 comentarios:
La hermosa Padova que aún no conozco... y ese Gesualdo, el asesino esteta... Un placer, as usual...
Sí, Padova es mucho más que los frescos de Giotto. Que no es poco.
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