jueves, 3 de mayo de 2012

PONTEVEDRA II


“–¡Pontevedra! –mugió un soñoliento viajero; y a su vez todos nos desperezamos y emprendimos la tarea de contar y recoger nuestros bártulos. El andén estaba desierto: solamente un hombre con galón de plata en la gorra y un farol en la mano iba presuroso de uno a otro lado: la sombra del tal dibujábase sobre el suelo blanquecino, alargándose y encogiéndose a los zarandeos de la luz con cierto ritmo funambulesco y fantástico. Media noche era por filo y la Selene de los revisteros dormía a pierna suelta, con ese sueño feliz que han dado en llamar de los justos, y tengo para mí que se parece mucho más al de los borrachos. La escasa luz de las luciérnagas eléctricas –porque es la ciudad gallega de ésas en donde todos los adelantos tienen cabida– iluminaba un vivero o sembrado de casas, nacidas aquí y allí, donde Dios quiso: la cosecha parecía malograrse, porque las desmedradas eran muchas más que las que habían espigado, hasta rayar en los dos pisos con guardilla. Con todo esto, las calles no me parecieron estrechas, altas y tortuosas, de ésas que tan simpático carácter y fisonomía arcaica dan a las poblaciones morunas como Toledo o Córdoba, pinto el caso. Ya lo he dicho: Pontevedra es ciudad moderna, y no tiene ya las encrucijadas y revueltas temerosas, donde un misterioso farolillo parpadea y oscila –como la pupila de un gato en las tinieblas de la noche– al pie del oscuro nicho que guarda con una leyenda piadosa el bizantino crucifijo o la borrosa imagen de un santo pintado de almazarrón.”

RAMÓN MARÍA DEL VALLE-INCLÁN: Cartas galicianas (Colaboraciones periodísticas)

2 comentarios:

samsa777 dijo...

Qué gusto tan exquisito tienes, de verdad.

¡Y ahora con vídeos! Me encantan todas y cada una de las imágenes. Todos los textos.

Como siempre.

Un abrazo.

rubén dijo...

Muchas gracias, como siempre.