domingo, 27 de diciembre de 2009

SANTORINI IV


ODA A SANTORINI

El oscuro placer ardiente que yo busco
por este mar de luz y de esperanzas,
placer de ser aquel niño de estrellas
que sueño de ángel un día se sintió,
me trajo aquí, cual nave a la deriva,
hasta tu puerto de escarpadas cenizas,
luna azul de Egeo, adormecido
fuego que, como el ave, renace en su inmolar.

Isla del cielo, nacida de la llama,
yerma de verde y fértil de hecatombes,
tanto te deseaba y te quería
que, antes de poseerte en tus abismos,
cual eres yo te amaba ya, hija del alba
con viñas ferradas a la vida,
riscos de hacha, playas de lava gélida,
donde, como las rocas, el hombre llora su cantar.

JOSEP PIERA

miércoles, 23 de diciembre de 2009

VIANA DO CASTELO


"El tiempo no se para. El viajero vuelve por el mismo camino, va procurando fijarlo todo en la memoria, las grandes losas del suelo, el rumor del agua, las vides colgadas de los árboles, el verdín en las cruces, y en sus pensamientos se dice que la felicidad existe, y no es la primera vez que le acontece hacer tal descubrimiento. En la encrucijada se despide del hombre que da las respuestas, y luego toma la carretera de Viana do Castelo, para empezar inmediatamente a subir la gran rampa que lleva a la Capilla de la Aparecida, que tiene, evidentemente, su historia."

JOSÉ SARAMAGO: Viaje a Portugal.

viernes, 18 de diciembre de 2009

IBIZA II


“Han vuelto las viejas obsesiones, el sentimiento de que para mí nada es posible. Vaya donde vaya, mis males me acompañan. Ése es el regalo capital de mi existencia. Se diría incluso que mis males me preceden, que despejan el terreno a fin de que pueda ser desdichado sin dificultad, sin obstáculos. Si se me transportara al Paraíso, el fenómeno se repetiría ineluctablemente.”

“Aquí es como en La montaña mágica; se está fuera del tiempo, como Hans Castorp. Los días idénticos, el sol inevitable, producen una sensación de identidad, de monotonía feliz, en que la conciencia del devenir se volatiliza. Nada susceptible de transcurrir: sempiterna caída de la luz en sí misma, transcurso inmóvil del día.”

“El horror al futuro sólo se cura en estas islas donde el tiempo se ha detenido, donde sólo existe el presente, si es que siquiera existe.”


E. M. CIORÁN: Cuaderno de Talamanca.


sábado, 12 de diciembre de 2009

BRUSELAS II



Musée des Beaux Arts

En lo tocante al sufrimiento jamás se equivocaban,
Los Grandes Maestros: hasta qué punto comprendían
Su lugar en el mundo de los hombres; cómo hace acto de presencia
Mientras alguno come o abre una ventana o cruza por su lado sin prestar atención;
Cómo, mientras los viejos esperan con pasión reverente
El nacimiento milagroso, hay siempre
Niños que no tenían ganas de que ocurriera, pues preferían patinar
En un estanque junto al bosque:
No, jamás olvidaban
Que hasta el martirio más terrible ha de seguir su curso
No importa en qué rincón, qué paraje mugriento
Donde los perros viven como perros y la montura del torturador
Se rasca el inocente trasero contra un árbol.

En el Ícaro de Brueghel, por ejemplo: cómo todo le vuelve
La espalda a la tragedia sin inmutarse; es probable
Que el labrador oyera el chapoteo, el grito resignado,
Pero a sus ojos no era un fracaso importante; el sol brillaba
Como debía sobre las blancas piernas envueltas por el agua
Verde; y la nave costosa y delicada que vio sin duda
Algo asombroso, un niño que caía de los cielos,
Tenía adónde ir y prosiguió su viaje imperturbable.

W. H. AUDEN



Pieter Brueghel el Viejo: La caída de Ícaro

lunes, 7 de diciembre de 2009

PALMA XI


CANCIÓN DE JONIA (1911)

Aun cuando rompimos sus estatuas
y les sacamos de sus templos
los dioses no han muerto.
Es a ti, tierra de Jonia, a quienes ellos aman,
es a ti, a quienes sus almas recuerdan.
Cuando llegan las mañanas de Agosto
un vigor emana de sus almas y se agita en tus aires
y a veces, un muchacho, de etérea juventud,
indefinible, como una sombra alada,
se aleja cruzando tus colinas.

K. Kavafis


martes, 1 de diciembre de 2009

PALMA X


EL INSOMNIO DE JOVELLANOS

Porque sé que los sueños se corrompen,
he dejado los sueños.
El mar sigue moviéndose en la orilla.

Pasan las estaciones como huellas sin rumbo,
la luz inútil del invierno,
los veranos inútiles.
Pasa también mi sombra, se sucede
por el castillo solitario,
como la huella negra que los años y el viento
han dejado en los muros.
Estaciones, recuerdos de mi vida,
viene el mar y nos borra.

El mar sigue moviéndose en la noche,
cuando es sólo murmullo repetido,
una intuición lejana que se encierra en los ojos
y esconde en el silencio de mi celda
todas las cosas juntas,
la cobardía, el sueño, la nostalgia,
lo que vuelve a la orilla después de los naufragios.

Al filo de la luz, cuando amanece,
busco en el mar y el mar
es una espada
y de mis ojos salen
los barcos que han nacido de mis noches.
Unos van hacia España,
reino de las hogueras y las supersticiones,
pasado sin futuro
que duele todavía en manos del presente.

El invierno es el tiempo de la meditación.

Otros barcos navegan a las costas de Francia,
allí donde los sueños se corrompen
como una flor pisada,
donde la libertad
fue la rosa de todos los patíbulos y la fruta más bella se hizo amarga en la boca.

El verano es el tiempo de la meditación.

Y el mar sigue moviéndose. Yo busco
un tiempo mío entre dos olas,
ese mundo flexible de la orilla,
que retiene los pasos un momento,
nada más que un momento,
entre la realidad y sus fronteras.

Lo sé,
meditaciones tristes de cautivo...
no sabría negarlo.
Prisionero y enfermo, derrotado,
lloro la ausencia de mi patria,
de mis pocos amigos,
de todo lo que amaba el corazón.

En el mismo horizonte
del que surgen los días y la luz
que acaricia los pinos y calienta mi celda,
surgen también la noche y los naufragios.
Mis días y mis noches son el tiempo
de la meditación.

Porque sé que los sueños se corrompen
he dejado los sueños,
pero cierro los ojos y el mar sigue moviéndose
y con él mi deseo
y puedo imaginarme
mi libertad, las costas del Cantábrico,
los pasos que se alargan en la playa
o la conversación de dos amigos.

Allí,
rozadas por el agua,
escribiré mis huellas en la arena.
Van a durar muy poco, ya lo sé,
nada más que un momento.

El mar nos cubrirá,
pero han de ser las huellas de un hombre más feliz
en un país más libre.

Castillo de Bellver, 1 de abril de 1808.

LUIS GARCÍA MONTERO