sábado, 26 de junio de 2010

FONTIBRE


“En dirección al Alto Campoo, pero cerca también de Reinosa, está Fontibre, la fuente del Ebro, que brota en “La Rasa de Campota”, fondo de un antiguo lago vaciado en el mioceno. El nacedero del río se produce entre un hondón poblado de árboles y piedras y constituye en seguida una gran charca. Luego sale a campo llano, salvando una aceña, y su surco es relativamente humilde hasta que le entra el gran caudal del Híjar, que baja del Pico de los Tres Mares y del cual se sospecha que lo que mana por Fontibre es un rebrote. Sobre la piedra del manantial han puesto una réplica, un poco desairada, de la Virgen del Pilar. Algo más abajo se levantó un monumento que consiste en un murete curvo, con grabados alegóricos y una frase muy conocida de Menéndez Pelayo. El Ebro es tan simbólico, nacional y caudaloso que todo ello resulta inevitable. A partir de ahí, y después de embalsar 540 millones de metros cúbicos, este Ebro fecundador habrá de excavar un número incontable de hoces, escobios y gargantas hasta entrar por las Conchas de Haro en la tierra, ya fácil, de La Rioja, y seguirá por Aragón hasta “dar a la mar” trazando la frontera meridional de Cataluña. El pueblo de Fontibre se alza en lo alto de un recuesto, sobre el amenísimo vallejo del nacedero, rico en chopos y sauces. Es un pueblo pobre y algo ruinoso, donde hemos visto las carretas más arcaicas, hermosas, largas y pesadas del mundo.”

DIONISIO RIDRUEJO: Castilla la Vieja.



“Nacer Ebro es como nacer Homero. Es, por tanto, exponerse a que luego disputen por el lugar de nacimiento siete ciudades o tres fuentes. Porque el nacimiento del Ebro es disputado, si no con el encarecimiento con que disputan Gotarrendura y Avila por el nacimiento de Santa Teresa, sí con su pequeña pasión. Yo me declaro por Fontibre, porque soy conservador –sólo en esta materia- y porque quiero ser fiel a una cierta tesis contra los debeladores de mitos que sostuve en estas mismas páginas. Pero por razones de gran peso geológico conducentes a que muy doctos varones aseguren que Fontibre no es más que una fuente tardía donde reaparece el Hijar, que nace en la falda de Peñalabra y es el verdadero río. Así, pues, el Ebro nace, geológicamente, donde el hombre, ese desconcertante sujeto, ha puesto sus adornitos, sus arbolitos y su decoración particular, metiéndose en lo que no le importa. Salvemos la buena intención.”

VICTOR DE LA SERNA: Nuevo viaje de España. La Ruta de los foramontanos.



“Confluyen Híjar y Fontibre. Nace Ebro, ¿dónde? En principio es el problema… Ata Reinosa los cables de la meseta y el mar; los montes la rodean; la cruzan los ríos; contrastan la vaca de leche y la metalurgia de los aceros, la roca lindera de las nieves y la sima acogedora del pantano. Indecisión terrible. Tanta, que el legionario de Augusto se detiene; también para que Reinosa pueda un día figurar en los mapas de la ruina. En alto llano, presume de los picos de Peña Labra y el puerto del Pozazal; las aguas se le hielan; corre Ebro niño y herboso la plana de las cumbres.”

PEDRO DE LORENZO: Viaje de los ríos de España.



“Llevábamos continuamente a la izquierda, aguas arriba, el cauce del río, con sus frescas y verdes orillas y rozagantes bóvedas y doseles de mimbreras, alisos y zarzamoras, y topábamos de tarde en tarde con un pueblecillo. A la vera del último, en el centro de un reducido anfiteatro de cerros pelados en sus cimas, se veía surgir, reborbollando, los copiosos manantiales del famoso río, que después de formar breve remanso como para orientarse en el terreno y adquirir aliento entre los taludes de sus propia cuna, escapa de allí a todo correr, escondiéndose de la luz siempre que puede.”

JOSÉ MARÍA DE PEREDA: Peñas arriba.

domingo, 13 de junio de 2010

VALLDEMOSSA


“El ruido de los torrentes, la carrera precipitada de las nubes, el grande y monótono clamor del mar interrumpido por el silbido del viento, los lamentos de las aves marinas llenas de espanto, perdida su ruta en las violentas rachas, después de grandes nieblas que caían de repente como un sudario y que, penetrando en los claustros por las arcadas rotas, nos volvían invisibles y hacían que la pequeña lámpara que llevábamos para guiarnos, semejara un fuego fatuo errante bajo las galerías y otros mil detalles de esta vida cenobítica que se agolpan a la vez en mi recuerdo; todo esto hacía con seguridad, de la Cartuja, el lugar más romántico de la tierra.”

GEORGE SAND: Un invierno en Mallorca.



“El claustro, obscuro, enorme, conmovíase con una música misteriosa que parecía venir de muy lejos, al través de los recios paredones. Era Chopin, que, inclinado ante el piano, componía sus Nocturnos. La novelista, a la luz de una vela, escribía Spiridón, la historia del monje que acaba por demoler todas sus creencias, y muchas veces cortaba su trabajo para correr al lado del músico y preparar sus tisanas, alarmada por la frecuencia de su tos. En las noches de luna tentábala el escalofrío de lo misterioso, la voluptuosidad del miedo, y salía al claustro, cuya lobreguez cortaban las manchas lácteas de los ventanales. ¡Nadie!... Después sentábase en el cementerio de los monjes, esperando en vano la aparición del fantasma para animar su monótona existencia con algo novedoso.”

VICENTE BLASCO IBÁÑEZ: Los muertos mandan.



“Se atravesó el dantesco trecho de los olivos centenarios, milenarios, que perpetúan, como en eternidad, sus como petrificados gestos y ademanes de metamorfosis; se dejó a un lado la colosal mole que tiene un nombre y una leyenda moriscos; se vieron por fin las vastas colinas cultivadas, a graderías, como en anfiteatro, las hondonadas y valles con sus casitas, sus sembrados, sus viñas, sus higueras, sus cactus africanos, las raquetas espinosas adornadas con los pompones encarnados de los higos chumbos. Se divisaron las casas del pueblo, se pasaron tapiales y callejuelas donde jugaban niños risueños y sucios; se detuvo por fin el vehículo frente al vetusto y tradicional edificio, cuya ancha puerta, bajo sus dos cuadradas torres, y coronada por un escudo en que se ve esculpida la imagen de San Bruno, estaba adornada de palmas. Desde fuera y por todos los escalones había regadas ramas de mirto.”

RUBÉN DARÍO: El oro de Mallorca.



“Cae el crepúsculo. Tornamos a nuestra casa; es una celda del viejo monasterio de Valldemosa. Una mujer célebre ha estado en estos parajes; pero mucho más tarde un gran poeta, inolvidable amigo, ha habitado también esta mansión. Y si antes de su venida el famoso ingenio extranjero diríase que daba cierto carácter literario a la isla toda, ahora es el poeta español quien pone en esta tierra, principalmente, ya que no con exclusividad, ese ambiente que los grandes artistas, que el recuerdo de los grandes artistas, presta a los paisajes y a los edificios. Villanueva de los Infantes es Quevedo; Esquivias es Cervantes… La sombra de Rubén Darío vaga por la hermosa tierra de Mallorca. Aquí estuvo, durante meses, Rubén. Sus ojos se empaparon desde estas costas en el azul del Mediterráneo.”

AZORÍN: El paisaje de España visto por los españoles.



“¡Qué invierno aquel en Mallorca!: los vientos bramaban, las rieras se desbordaban, las casas gemían y las paredes rezumaban agua. Lleno de pensamientos siniestros, Chopin comenzaba a soñar con monjes negros. Él mismo se iba convirtiendo en un olivo de dedos nudosos, en una palmera perdida en un cielo de tormenta.”

MAURICIO WIESENTHAL: Libro de réquiems.