"Como aquellos ermitaños envejecidos en buscar a Dios, no les queda a los olivos más que los huesos, la piel y la cabellera. Y tampoco la roqueta, la gran ermita ermitaña que es Mallorca, tiene sino huesos, huesos de roca, atezada piel y frondosa cabellera de árboles, olivos, almendros, higueras, algarrobos, pinos, encinas... nacen en la roca. Y es la roca como rayos de sol en largos siglos crisalizados. Sorbiendo, embebecido por los ojos la fulgurante hermosura de las rocas costeñas de Mallorca, ocurrióseme fantasear si no serán esas rocas estalagmitas de la lluvia de rayos de sol que de continuo gotea sobre el mar de la isla de oro.
Aquel enorme dragón de la Foradada, que retorciéndose se vuelve a mirar a tierra cuando va a sumergirse en el mar y así se queda, espiando, receloso, el bosque de Miramar, deja ver en el fondo de su ojo al cielo tocando al nacarado océano. Y nos habla de los monstruos de la Odisea. Porque aquél es el mar homérico, el mar de color de vino, el de Escila y Caribdis, no el mar tenebroso de Camoens, el de Adamastor.
(...) Dejándose embriagar por la luz del cielo de Mallorca, del cielo más que de Sol -que es un cuajarón de aquella luz-, como de él se embriagan las estremecidas cigarras ermitañas de los olivos, se comprende que Blanquerna renunciase al papado para darse a la vida de ermitaño."
MIGUEL DE UNAMUNO: Andanzas y visiones españolas.