jueves, 29 de enero de 2009

EL GRAN ATLAS (II)


"En los días que siguieron avanzamos muy lentamente de aldea en aldea, disfrutando de la hospitalidad local y manteniendo interesantes conversaciones con los maestros de las escuelas. Yo iba comprendiendo cada vez mejor el francés y Juan se desenvolvía con toda soltura. Incluso habíamos aprendido algunas palabras árabes, pues, exceptuando a los profesores, la población local apenas hablaba la lengua gala. El paisaje cambiaba de modo sorprendente a cada recodo del camino. Los frondosos bosques de cedros dejaban paso a mesetas pedregosas de tonalidades grises, a colinas completamente rojas o a laderas con cultivos escalonados, entre los que se levantaban los maravillosos pueblecitos de tierra. La vida era sencilla. Se respiraba un aire de paz y cada noche, sentados junto al fuego, contemplábamos la bóveda celeste de África. ¿No era esto lo que yo había soñado tantas veces? Recuerdo que hablaba poco y a menudo permanecía como hipnotizado, dejándome cautivar por aquel entorno de fábula."

ROGER MIMÓ: El largo camino africano.

jueves, 22 de enero de 2009

EL JADIDA


"Resbalan los escalones de piedra que bajan a la subterránea cisterna de El Jadida. Una humedad, prisionera desde que en el siglo XVI los portugueses la construyesen, junto con el fortín, rezuma de las paredes del cuadrangular recinto, rebota por sus oscuras naves, se enrosca en torno a las columnas que sostienen sus nervudas bóvedas. Mazmorra o catedral, lo mismo resonarían las cadenas de los apresados galeotes, que los coros o salmos de cualquiera de los tiempos litúrgicos. ¡Tanta belleza destinada al almacenamiento de agua con que abastecer el castillo! Una escasa luz que penetra por la lucera cenital lame los charcos formados sobre la solería y el sonido de los pasos, tardos por el recuerdo y acelerados por una extraña aprensión, retumba en los renegridos sillares. Hay noches en que, con el jaloque, se mezclan los lamentos de Sidi Mohammad ben Abdallah, que vio convertirse en ruinas la minada ciudad, cuando su nombre era Mazagan, en el momento mismo de su entrada como conquistador.



Afuera, desde el Bastión del Ángel, contemplando la mar, el puerto, los fosos y fortificaciones, se puede llegar a comprender esa escisión que enajena la obra una vez realizada por el hombre, que la independiza y la libera no sólo de su creador sino del fin a que ha sido destinada.

En El Jadida, los portugueses creían edificar una cisterna para el agua y construyeron un monumento al silencio, a la intimidad y al misterio."

RAFAEL GUILLÉN: El país de los sentidos

viernes, 16 de enero de 2009

RISSANI


"En Rissani, milagroso espejismo de un millón de palmeras, que surge como un río de la nada en medio de un páramo ardiente, y antiguo emplazamiento de la mítica Siyilmasa, que en el medievo fuera el centro obligado que unía Europa con los países africanos del sur, de donde las caravanas traían el oro de Tombuctú y la sal de Taodeni, compré ocho bidones para el gasóleo y el agua y los hice soldar con barrotes a los costados del Nissan. El polvo del coche entre las casbas rojas y las palmeras con reflejos de plata tenía el sabor de lo antiguo. Estaba al fin en la puerta del desierto y seguía sin conciliar el sueño. Veinte kilómetros hacia el sur acababa la vegetación y era, por tanto, el último islote de verdor, por donde todavía corría el agua."

MANUEL VILLAR RASO: Últimos paraísos.

sábado, 10 de enero de 2009

TIZNIT


“En el lugar donde la ciudad se confunde con la tierra roja del desierto, viejos muros de piedra seca, ruinas de casas de adobe en medio de las acacias, algunas de las cuales han ardido, donde el viento polvoriento pasa en libertad, lejos de los pozos, lejos de la sombra de las palmeras, allí es donde el viejo cheij está a punto de morir (…) Ahora sopla aquí el viento maligno, el viento tibio que viene desde el norte, que trae consigo la bruma del mar. Alrededor de Tiznit, diseminados como bestias perdidas, los hombres azules aguardan al abrigo de sus chozas de ramas.”

J. M. G. LE CLÉZIO: Desierto.

sábado, 3 de enero de 2009

ASILAH


"Hemos seguido las orillas del Océano, avanzando por el límite justo de las olas y a pesar del ardiente sol, el clima de este viaje nos parece de una frescura destacable. Hemos llegado así a Arzila, donde hemos acampado en una hermosa playa que delimita el cabo Espartel. Hemos ido a ver la ciudad, que ha pertenecido antaño a los portugueses y conserva todavía un aire europeo. Al regresar al campamento hemos pasado junto a una capilla de Jessavis en la que algunos jóvenes de esta secta se ejercitaban en sus danzas sagradas. Tengo buenas razones para creer que el origen de esta sociedad no debe ser buscada entre los antiguos Psilos, sino más bien que lo debe a algunos misterios de Baco. Hablaré de ello tal vez en otra parte."

JEAN POTOCKI: Viaje al Imperio de Marruecos