Deambulo por las laberínticas callejuelas de arena, paso delante de infinitas paredes de adobe que se desdibujan las unas a las otras, desaparecen, vuelven a empezar, pero no logro encontrar el jardín. Los judíos se han marchado, la sinagoga ya no existe o no quieren enseñármela, y si he visto a la mujer, no la he reconocido. A quien sí he visto es a la muerte. En un rincón oscuro, frío y húmedo, gime una voz de polvo sucio -es lo único que me permite ver la oscuridad-, un ser humano del que no queda sino un fardo de ropa. Da toda la impresión de no quedar más de un kilo, pero la voz se queja y murmura y solloza quedamente, alguien, algo que se está muriendo, algo viejo apenas existente, una voz invisible sin cuerpo, un alma arrinconada por la gente. Me acerco, la voz se torna susurro, un estertor apagado, pero yo sigo sin ver cabeza alguna, y entonces viene hacia mí una mujer conminándome con señas a que me vaya, esta vergüenza no debe verla un extranjero."
CEES NOOTEBOOM: Hotel Nómada